sábado, 10 de noviembre de 2007

Ni tanto que queme al santo... Ni tanto que no lo alumbre

La amiga de una amiga, o más bien la conocida de una chava que apenas y conozco me contó que el tal San Judas Tadeo era bastante milagroso, a su amiga, le concedió el deseo de casarse a sus 43 años y a los meses estaba embarazada y feliz. El asunto es que según dicen el bebé nacio medio chamuscado, no por la edad, no! Sino por que al parecer un día esta chava, que llamaremos por facilidad Esther, se le pasaron de tueste las velas.
Según cuentan, quienes lo cuentan, Esther llena de fe dejó las velas, era el tercer día del novenario al famoso santo, se fue grácil a la cantina comió con el amigo de antaño, treparon a un bar y se arrastraron al departamento. Al llegar, las velas se mantenían. Decidió entonces ayudarse, para estar despierta, tomar la medicina de todas las noches: un par de licorcitos empujados con agua mineral.
Al rato no sólo los pájaros develaron con trinos desencantados la mañana, sino que se hizo evidente que habían acabado con todo el licor de la casa; mientras tanto las velas habían derretido el vidrio que las sostenía, entrando en sabias llamas a la madera de la cajonera, volviendo polvo lo que no era y por eso, dicen, el nene nació bien chamuscado.

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