martes, 30 de noviembre de 2010

El velador de la noche

Era verano, los días se iban y venían tras una larga y pastosa lluvia, así que con los amigos, para evitar ser inundados por nuestros propios tormentos, nos lanzábamos de una casa a la otra, aprovechando el único rayo de sol que amablemente nos regalaba el frente frío número 4589; hacíamos de comer, luego veíamos películas, fumamos como locos lo que fuera y consumíamos cajas y cajas de cerveza. Fue una de esas noches que sucedió.
Habíamos pasado la tarde en la enorme casa de nuestro amigo, tres recamaras ocupadas con los personajes mas estrafalariamente simples y bellos que uno pudiera imaginar; por ejemplo C (llamémosle así por cuestiones de logística) ella era pequeña, parecía un Pierrot, solo que con sentido del humor y cero tacto, C hablaba con una serie de acentos que al final hacían parecer que era una lengua muerta, ella se dedica a salir de viaje, usar lindos sombreros y esconder sus chocolates en la alacena a la vista de todos.
El otro miembro de casa era L (a quien llamaremos así por las mismas cuestiones arriba mencionadas) era europeo, de Colonia como mi abuela, solo supimos eso de él, por que el primer día que llegó a instalarse a la casa, nunca más lo vimos de vuelta; la misma noche que llegó, salió de reventón con todos, dicen que lo vieron con una rubia tímida pero despampánte, de esas que uno se puede encontrar en la playa haciendo trencitas y tocando tambores cuando el sol se pone, y de allí nunca mas lo vimos, parecía como si la cuidad se lo hubiera tragado o por lo menos, pensábamos, ojala hubiera sido ella quien se lo hubiera tragado.
También vivía O, mi amigo, amante del cine por principio, un loco eterno enamorado de cualquier cosa que presumiera tener vida, él vivía del ruido, jugaba todo el día frente a la compu y además se reía fácilmente.
Para mi había sido suficiente, debía de volver a casa, dar de cenar, hacer las tareas y meterme a la cama con pantuflas y pijama acolchadita. Ellos se quedarían como todas los noches jugando X box, fumando y tomando todo lo que quedaba en los vasos de la tarde.
Salimos de casa O y yo. Íbamos con tres furias peludas, que nos habían venido atormentando durante el día con sus ladridos incesantes a las sombras, los pájaros, la gente que pasaba fuera o cualquier cosa que se saliera de lo normal, y bueno, estaban haciendo su trabajo: cuidarnos a todos. Tomamos el camellón a la izquierda y allí de entre las sombras salio a nuestro encuentro un cuate, disfrazado de algo con botas y pantalones de combate, no vi nada mas pues tenia una linterna que agitaba de arriba abajo y de un lado para el otro, comenzó a gritar a los cuatro vientos no se que cosas pero resulta que los cuatro vientos no escucharon nada y allí estábamos todos, perros y humanos petrificados. Pasé a un lado de él pues pensé que le daría una patada a uno de la manada, y solo vi que tenía otro extraño artefacto en la mano, era una espada láser que comenzó a blandir de arriba abajo y de un lado al otro frente a nuestros entumecidos cuerpos. Los perros le ladraban y le rodeaban, nosotros comenzamos a hacer lo mismo aun sin quererlo, se hacía llamar el velador de la noche, años y años de entrenamiento con perros en el ejercito le hacían no temerle a las bestias, de hecho casi todas las bestias le huían, solo quedaba Mks el perro de mi amigo O quien medianamente se le acercó para atacarle las botas, como suele hacérselo a su amo y detrás Luna la prima haciéndole segundas.
Empezó una batalla, el velador de la noche gritaba furioso blandía su espada láser como ninguno, Mks contraatacaba, Luneta cubría otros frentes del espadachín, Nicolás me vigilaba muy de cerca la retaguardia, O le gritaba a Mks, yo a O, y al final nadie entendía nada, por que el velador de la noche y el factor sorpresa nos estaban ganando. De pronto recordé un trozo de un libro chino que habla sobre la guerra: Chin tsun lang hei po, shi a shang tong shi. Traducción: si tu oponente es mas fuerte que tu ya te chingaste, mejor retírate.
Así lo hicimos, el primero que entendió la idea fue Nicolás que haciéndose el chiquito se paso de lado y nos esperó en la esquina con la cola entre las patas, luego a la cuenta de tres O y yo tomamos a nuestras bestias del collar y tras tremendos jaloneos logramos que Mks le soltara las botas al velador de la noche y Luneta se trajera algo del raído pantalón del guerrero. Llegamos por fin a la esquina con el corazón en la boca, seguimos el camellón hablando sobre el suceso y terminamos el día con una experiencia nueva en nuestro haber.
Al día siguiente, solo la idea de salir al camellón me ponía a temblar, decidí tomar otra ruta para que los peludos pudieran sacar lo que les sobraba, en el camino me encontré a esos periodiqueros ocasionales que reportan hechos que suceden en las colonias, a grito pelado le compré el periódico el encabezado aseguraba que la colonia había sido expuesta a una serie de experimentos por parte del gobierno federal para forzar un toque de queda, instalando para ello, en ciertos lugares estratégicos vigilantes de la noche, ya había pasado lo de la influenza AH1N1, un vigilante de la noche era de lo mas creíble. Le marque a O para comentarle la noticia y quedamos felices de ser, al fin parte, de un compló del gobierno. Así de místico es México.

Junio 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Tanto cuento

Pequeñisimo homenaje

Hubo una vez una niña con rizos de oro, dientes de perla, labios de rubí que nació en una cuna extraña sin oso para dormir, ella se perdió en su propio cuento y fue allí cuando inició todo el cuento.
Sí, Érase que se era, hace muchos, muchos años, una niña que deseaba a toda costa ser feliz, como en esos otros cuentos con los que iba a la cama pero sabia que ella solo existía en ese, su cuento, y se preguntaba que seria vivir fuera de el. Ella no terminaba de saber, aunque los años pasaban de que iba el cuento, asi que se inventó.
Todo comenzó cuando comenzó a recomenzar, a recomprender cual era su papel, siempre el mismo, un rol que haciendo las veces de montaña rusa y bosque recién llovido la llevaba a la deriva.
Ella jugaba y sostenía la desdicha, siempre la Barbie terminaba sola, cargando un hijo, con una mano delante y otra atrás y ella deseaba, perseguía, acechaba un cuento propio en donde nadie saliera lastimado, pero esto no estaba en sus células. Merita pensó que podía librarse del cielo amargo, de las preguntas a la hora de la cena, de la cara del gato asesinado y lo intentaba, solo que el martirio se le metió hasta el tuétano y seguía donde mismo. Así siguió, así fue
Ella soñó y se soñó, Despierta, dormida, a deshoras pero soñó y… esperó, luego dejó de esperar y fue entonces cuando sin quererlo salió del tal cuento. Estaba en un mundo en medio, donde no era si, donde no era otro. Era un cuerpo sin compromiso, una vida sin sentido, cómo dejar de ser quien había sido, como retomar el camino, el personaje perdido.
Solo cuando sus manos formaron letras, su voz canciones y su corazón lazos se asió a la idea que había soñado, y se hizo; hizo su voz, sus ropas, sus adentros. Hizo sus manos, sus amores y cantos a esa vida que había soñado dentro del sueño que otros dormían, se hizo nada, solo así fue cuando se atrevió a darse a si misma las líneas de la escena siguiente. La vida es cuento y los cuentos cuentos son
17 de marzo 2010