sábado, 15 de marzo de 2008

Fe de He! ratas

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Canción de amor desesperado

Era fácil solo se sentaba frente al computador y las lágrimas salían, era como si la pantalla palpitante le recordara el dolor arrítmico de su corazón, que había dejado de latir tiempo atrás.

Quince días exactos, con sus horas y segundos, quince días en que ella pensaba que habia perdido todo.
-¿dónde esta el amor?- se preguntaba,
-¿dónde?, si tal vez sus letras fueron imaginerías-,
-¿dónde, donde está?,- se repetía
y la pantalla solo respondía con ese su palpitar, que al fin, tanto le dolía.

¿Cómo es amar a ese hombre imaginario?, le preguntaban sus amigas,
¿cómo si no está, cómo si tal vez nunca estuvo?.
¿cómo es que has creado esto?
Decían entre lágrimas al momento en que la arrancaban del frente de su computador que ya se había convertido en su amante, su guarida, su cama, su estufa, su comida.

Al fin la sacaron de allí; fue necesario prometerle que a donde iría éste aparato vibrante la acompañaría, fue necesario no sólo las promesas incumplidas, sino que intervinieran manos fuertes de expertos que decían: -Esta loca, perdio la razón frente al computador-

En las paredes del recinto se escuchaba a murmullos su historia, ella lo sabía, sabía que nadie creería que ese hombre había estado en ella, que ese hombre le había prometido volver y llevarla a un lugar lejano. Y en el fondo sabía que él volvería.

¿Pero en que momento perdio la fe?, ¿En que momento su corazón se enamoro de la imaginería? Tal vez, será, que como Narciso se enamoró de la imagen que su computador le ofrecía de si misma. Se encontraron cartas, canciones y mimos, y de el hombre no se supo más nada, solo que era imaginaría. Decían.

Ella sigio reclusa entre paredes acolchadas, acariciando, de vez en vez, las mejillas de estas y repitiendo el nombre del hombre que no había existido, ella siguió amando al mundo de las flores, esperando el sol y cantando entre los rincones, -dónde, donde está el hombre que ame, será que está aquí, será que está allá, será que se fue, que no volverá…, dónde, dondé estará el vacio… donde, donde, donde estoy yo.-

Asi pasó el tiempo, sus ojos se volvieron viejos; su mente, sabia en soliloquios y su voz arrastrada cantaba la desesperada canción de amor…
Un día murió con el corazón en las manos y entre ellas la foto del hombre que amó. Un Rectángulo en blanco se metía en un elaborado cuadro garigolesco y nada decía, era el hombre en su imaginería.

jueves, 6 de marzo de 2008

Un resbalón!

Hace poco mas de un mes compartí con amigos una bellísima experiencia en Malinalco, esta dejó de serlo cuando ví una foto de mi trasero tomada por Héctor, claro que él no lo hizo a propósito ni yo tampoco pare las nalgas para salir mejor en la foto –tal como suelo hacerlo- simplemente tomó una foto documentado lo que sucedía el segundo día, yo ni cuenta me dí pero al parecer mis nalgas si notaron la presencia del lente que nos apuntaba, por que se ven ENORMES.
Ví la foto atormentada durante días y conforme lo hacía recordaba esas horrendas experiencias en donde mi trasero había sido el protagonista:
Un día, caminando por la calle con unos Jeans que eran “la medida reglamentaria” para saber si estaba o no pasada de peso, se me acercó un auto y el copiloto me preguntó con tonito caribeño: -Oye, ¿eres cubana?-, yo por supuesto contesté de mala gana pues a decir verdad mi experiencia en ese país no fue la mejor, así que con jeta y todo le dije: -Por supuesto que no!-, -ah-, contestó -es que con ese caminar y ese trasero juré que lo eras…-
Llegue a casa guardé los jeans y corrí con la nutriologa…
También recordé como años antes paseando por Argentina, mientras caminaba por esa linda y larga avenida que no me recuerdo el nombre, ví que un hombre me seguía, me sentí halagada pues el tipo no estaba nada mal; llegamos el seguidor y la seguida a un lugar donde de pronto se llenó de gente, por unos segundos unas manos se metían en el tan mencionado trasero, volteé furiosa y el tipo me dijo: -perdón fue un rebalón-. Claro, nunca entendí si se refería a que se había resbalado en la calle o que solo había tenido un pequeño desliz hacia mis pronunciadas curvas.
Recordé con tristeza y ansiedad que nó, no tengo familia cubana y por lo tanto no tendría por que tener el culo tan ancho, aunque tal vez me han mentido por que juró que vi la foto de un mulato en el baúl de casa de mi abuela y cuando pregunté que quien era me mandaron por un wiskey y al jardín.
Decidí entonces, ante tales evidencias que aunque estuviera mala del ala todavía tenía que hacer ejercicio, así que terca como soy me metí al gym de vuelta y tomé la bicicleta con la convicción de que a donde fuera me trasportaría en mi bi-vehículo verde, llevaría conmigo dos litros de agua y a los perros detrás por que hasta al pobre de Nicolás le han dicho que parece Chocorrol (panecito enrrollado y uniforme cubierto de chocolate, relleno de una cosa rica).
Hace dos días fui a pagar el Palacio de Hierro, lo recorrí de cabo a rabo buscando la crema milagrosa, la báscula mentirosa o lo que fuera que me aliviara la ansiedad. De salida se me atravesaron unas galletas y las compré con la firme intensión de comer solo una y el resto dárselas a la señora que trabaja en mi casa con quien decidimos hace unas semanas: No mas tortillas!.
Salí del Palacio tomé el bi-vehículo verde y terminé la útima migaja de galleta, monté en el, vi que el día se había despejado y me sentí menos aprensiva en general, pedaleé tres veces, perfecto! cuatro, cinco y ahhh! de prontó puck! Me estrellé contra el espejo lateral del un taxi que estaba estacionado. Uta madre! pensé y solo dije: -Putisima y lo peor es que para estas chingaderas uno no tiene seguro!-.
Sonrojada y temblando dejé el bi-vehículo verde a un lado para ver los daños ocasionados, efectivamente había casi arrancado el espejo y la parte que va unida al auto estaba completamente estrellada. El conductor no se molestó en bajarse, me vio con una cara extraña y sólo atiné decir: -me resbalé… no, no sé…, perdón-. De verdad no sabía que me había sucedido, su cara se hizo más afilada y casi sin abrir la boca me dijo: -ya váyase-. Sonó un ring en la caseta de los taxis, la señorita me vio con una cara tremenda como si ella hubiera sido la afectada, agarré presurosa el bi-vehículo verde, cheque la luz del semaforo y si pasaba, pero estaba todavía temblando como gelatina, intenté pedalear y todo seguió temblando, detrás mio escuche: -Srita!…- voltee lívida y era un señor que saludaba a la telefonista afectada, pensé: -Uf!- pedaleé una vez y me toco el alto, juro que fue el alto mas largo de mi vida.
De vuelta a casa envuelta en carcajadas audibles pensaba entre mi –¿que me pasó?- si yo venía muy campante pensando en las ricas galletas, en el día, en el amor que vive en mi y que me hace pedalear, el amor que me permite admirar como las jacarandas florecen en esta época; pensaba en la primavera que está acá y se siente, vi de vuelta los amantes que se besan en el parque, escuche las canciones de amor que ahora se escuchan por todos lados; me di cuenta que había notado, desde hace poco más de un mes, que todo tiene un color hermoso y mágico, que los perros mueven más la cola, que el gatito de la calle me saluda acariciándome con su cola y que espero todos los días con ansia el día.
Comprendí que no era el estar enamorada de la vida lo que me había hecho estrellame contra un vehículo estacionado, sino que mi enorme trasero que se fue del lado equivocado era el responsable, ahora estoy a dieta estricta aunque sigo resbalándome, por si me quieren invitar a comer.